miércoles, 22 de marzo de 2017

De caídas y elecciones



Dicen que si te tropezás una vez con una piedra, la culpa es de la piedra. En cambio, si tropezás dos o más veces con la misma piedra, la culpa es tuya.

Yo empecé cayendo en la escuela pública. Una vez, dos, tres... y aprendí a tirarme de cabeza a ella.

Me caí en la escuela pública en marzo de 1994. Tenía un pintorcito rojo, con un león bordado en el bolsillo. El mismo león en la mochilita roja de tela. Mamá y papá me saludaron, se fueron caminando con mi hermana en el cochecito de bebé y yo me quedé ahí.
Tenía cuatro años. Mucho no recuerdo, obviamente, de mi jardín de cinco en el Merceditas de San Martín. Creo que mi seño se llamaba Susana, pero a lo mejor no es así. Yo quería ir a una escuela de monjas, porque ahí iba la nena que vivía al lado de mi casa. Pero no me dejaron elegir. Me dijeron que no me iba a gustar esa escuela y me aseguraron que la pasaría muy bien en la que iría. Y así fue.
Recuerdo que la J se me confundía con la L al aprender a escribir mi nombre y a veces ponía Lujia, Lulia o similares. Hacia fin de año, estaba orgullosa de no confundirme más y ser capaz de escribir Julia Conalbi, todo entero, que era larguísimo.
Un día, me acuerdo, miramos unos microbios en un microscopio y estaba fascinada. Fue como ver unos monstruos de dibujitos animados atrapados en un recipiente diminuto.
Hice amigos, me encantaba trepar arriba de un juego que había alrededor de un árbol enorme.
Terminó el año y yo quería ir a la primaria de esa escuela, porque usaban guardapolvo blanco como en todas las demás. En cambio, en "El Nacional", el guardapolvo era turquesa y a la July caprichosa de cinco años no le gustaba.

Yo estaba ansiosa por empezar primer grado. Me acuerdo de la mochila que me había comprado papá, de mi carpeta de los supersónicos y mi guardapolvo turquesa, que me quedaba un poco grande. “Para que te dure todo el año", había dicho mamá. El primer día, no tuve clases, el segundo tampoco y un día fui a la escuela pensando que finalmente iba a comenzar mi primer grado ¡Tenía tantas ganas de aprender a leer yo solita! Tampoco tuve clases.
-¿Por qué, mami?
-Porque a las seños no le pagan su sueldo.
-¿Quién no les paga?
-El Gobernador.
-¿Y quién es?
-Se llama Ramón Mestre.
Y un día fui con mamá, papá y mi hermanita en su cochecito a la Plaza Solares. Había mucha gente quejándose porque a las seños no les pagaban. Eso era una marcha. Una mujer se acercó a mí y me ofreció si quería llevar un cartel.
-Pero yo todavía no sé leer. -Le expliqué.
-El cartel dice "Queremos tener clases". -Me explicó.
Fui corriendo con mi mamá y mi papá a mostrarles orgullosa el cartel que iba a llevar. Yo quería tener clases y aprender a leer.
Desde ese día de 1995 y hasta hoy mismo, siempre he ido con mi madre a las marchas docentes. Primero como estudiante que apoya la lucha docente, ahora ya como profesora.
Cuando empecé primer grado, los chicos que venían del jardín del Nacional escribían en una letra que yo no entendía. Cuando fue mi turno de escribir mi nombre en el pizarrón, le dije a la seño "Yo sé escribirlo así". Y lo escribí en imprenta. Conocí que había dos letras, cursiva e imprenta. Estaba ansiosa por leer y poder yo solita saber todos los secretos de los libros de cuentos que me leía mi mamá. Hice amigos, algunos, como Lau, aún siguen formando parte de mi vida.
Aprendí a leer, a escribir, matemáticas y ciencias. Aprendí también que a los maestros les tienen que pagar para poder tener clases, que el Estado tiene que mantener la escuela porque si no faltan bancos, sillas o distintos elementos. Aprendí que el Estado no cumple y que para tener calefactores o computadoras nos daban numeritos de rifas para vender, o que había que ir a pintar la escuela porque si no, nadie lo iba a hacer. Aprendí además que para que las cosas buenas ocurran es necesario luchar, unirse y trabajar por ello.
Terminé la primaria y ya tenía un manojo de amigas, ya sabía que me encantaba Lengua y que las Matemáticas no eran lo mío.
En el 2001, empecé primer año en el secundario de la misma escuela. Ahora no solo por decisión de mis padres, sino también mía. Me encantaba mi escuela.
Aprendí algo más de Lengua, Matemáticas y ciencias. Con unas amigas, en primer año organizamos una juntada de firmas para pedir que colocaran inodoros en los baños, porque había letrinas y ya habíamos aprendido en la primaria que nadie nos iba a dar nada si no lo reclamábamos. "El que no llora, no mamá", dice el tango. Regresamos de las vacaciones de invierno y ya había inodoros.
Tuve profesores excelentes, buenos y malos. De todos aprendí algo. De los primeros, la pasión por el conocimiento, por el compromiso y por el trabajo que realizan. A esos pocos les debo ser docente hoy. De los segundos, aprendí algo de química o física o geografía. Y de los últimos, aprendí qué clase de profesora y de persona no quiero ser.
Egresé del "Nacio" en 2006 y viajé sola a Córdoba por primera vez para anotarme en la universidad pública. En el cursillo de Letras, me hablaron de la historia de la UNC y la Reforma Universitaria. La mayoría de mis compañeros venía de escuelas privadas y no había visto el tema. Yo me sorprendí, lo había estudiado en clases en el secundario.
La vida en la universidad era clases, grupos de estudiantes presentando propuestas para ser elegidos para el centro o consejeros, elecciones, toma de la facultad... una vida de un pueblo democrático. Aprendizajes de todo tipo, por todos lados.
En 2012, volví al "Nacional", a pararme del otro lado del aula. Luego, comencé a dar clases en otras escuelas. Siempre en escuelas públicas.

No me caí, Mauricio, me tiré de cabeza.

martes, 8 de marzo de 2016

No me digas feliz día

No me digas feliz día. No, mejor demostrame que somos iguales, que no tengo por qué tener miedo de caminar sola en una calle oscura a cualquier hora, cualquier día.

No me digas feliz día. No, mejor dejá de criticar a la que “se viste como una puta” y dejá de gritarle piropos y/o groserías a cualquier chica que pasa caminando cerca tuyo.

No me digas feliz día. No, mejor dejame tomar mis propias decisiones sin importar lo que piensen de ello mi padre o mi pareja.

No me digas feliz día. No, mejor andá a las marchas de #NiUnaMenos.

No me digas feliz día. No, mejor luchá por una ley de aborto legal, seguro y gratuito.

No me digas feliz día. No, mejor detené, denunciá, atrevete a hacer algo con el que le pega a su pareja, expareja o lo que sea.

No me digas feliz día. No, mejor no te rías de los chistes machistas. Y decile al que los cuenta que es un tonto.

No me digas feliz día. No, mejor dejá de mirar los mensajes de texto de tu novia y dejala salir con sus amigas sin preguntarle a qué hora va a venir y con quién va a estar.

No me digas feliz día. No, mejor dejá que tu hija juegue a “juegos de chicos”. Que se revuelque en la tierra, que se trepe a los árboles.

No me digas feliz día. No, mejor enseñale a tu nene a no maltratar a sus amiguitas.

No me digas feliz día. No, mejor enseñale a tu hijo adolescente que la anticoncepción y prevención de ETS es responsabilidad de dos.

No me digas feliz día. No, mejor decile a tu hijo que le cambie los pañales a tu nieto, lo bañe, limpie la casa y cocine. Que seguramente tu nuera además de todo eso, trabaja.

No me digas feliz día. No, mejor dejá de pedir una secretaria mujer con buena presencia.

No me digas feliz día. No, mejor dejá de mirar cómo Tinelli le corta la pollerita a una chica.

No me digas feliz día. No, porque no me sirve de nada. Porque mientras vos venís, me decís feliz día y me regalás flores y bombones, a mis amigas que nunca conocí las matan. Mientras me saludás por mi día Marina y María José siguen muertas. Como lo está Paola; y su hijita Martina aún lleva las cicatrices del ataque en el que le arrancaron a su mami. Y puedo nombrar a muchas más: Ángeles, Melina, Nicole, Valeria, Silvia… y otras de quienes no sé el nombre, como la maestra a la que mataron delante de sus alumnitos; la chica que mataron a puñaladas en Pilar o la que encontró a su asesino a la vuelta de un boliche de Santa Rosa. Un boliche al que alguna vez fui yo y al que fue mi hermana.

No me digas feliz día. No, porque no me sirve de nada si celebro hoy pero mañana para buscar un trabajo tengo que ser rubiecita, delgada y bonita. Tampoco le sirve a muchas de mis amigas.

No me digas feliz día. No, porque mientras hoy festejamos, muchas chicas como yo estarán muriendo a causa de abortos clandestinos mal practicados. Y se van a estar muriendo por pobres. Porque a las ricas eso no les pasa, porque tienen para pagar médicos y lugares seguros.

No me digas feliz día. No, si a la tarde vas a decirle a tu amigo que es un ídolo por no haberse casado y ser libre; pero luego tal vez le preguntes a tu amiga, compañera de laburo o prima qué está esperando para tener pareja o si piensa quedarse sola toda la vida. Como si una mujer necesitara de un hombre para realizarse.

No me digas feliz día, porque un día como hoy, no hace tantos años, mataron a chicas como yo que luchaban por mejores condiciones laborales.

No me digas feliz día, porque no tenemos nada que celebrar. Mejor luchá y reclamá para que tal vez el año que viene, o cuanto antes, podamos celebrar que ninguna chica muere porque la mata un grandote que se cree mejor o porque se metió unas agujas de tejer en la desesperación de no tener un hijo. 

Decímelo cuando celebremos que nadie le pregunta a una mujer qué está esperando para ser madre, como si fuera condición para ser mujer. Decímelo cuando las mujeres cobren lo mismo que los hombres por el mismo trabajo. Decímelo cuando veas a tu vecino con delantal de cocina barriendo la vereda o limpiando los vidrios y no te preguntes por qué no hace esa tarea su esposa. Decímelo cuando en todos los baños públicos masculinos encuentres cambiadores de bebé. Decímelo cuando dejes de pedir chicas con buena presencia para ser la cara bonita de tu empresa. Decímelo cuando no te parezca raro una mujer que decide vivir sola y sin hijos.


No me digas feliz día. Que hoy no tenemos nada que festejar.

miércoles, 13 de agosto de 2014

La segunda muerte de Don Quijote


Alfonso Quejada, o Quijano, más conocido como El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, muere al finalizar la obra de Cervantes. No es esto en sí un gran spoiler para quien no haya leído el libro, porque la verdad es que es lo menos importante de esa obra. Lo interesante son todas las aventuras que suceden a lo largo de los dos libros: la primera y la segunda parte.

Leí ese libro por primera vez cuando estaba en primer año de la facultad y cursé Literatura Española I. A pesar de haberlo leído apurada por los plazos para rendir el trabajo práctico y luego el parcial, recuerdo estar tirada en el sillón de casa riéndome a carcajadas de las aventuras del pobre Quijote y Sancho. Desde el principio, nomás, cuando pretende que un ventero lo arme caballero o cuando confunde a las mujeres de la posada con doncellas de un castillo. La alteración del mundo real al mundo imaginado por Don Quijote es lo que produce la risa. La más conocida de estas alteraciones es la de los molinos de viento que él cree que son gigantes. Leí el libro por segunda vez para preparar el examen final, en el verano, en la playa. Lo bueno de estudiar letras es que leer en una playa tomando sol también es estudiar, aunque los padres muchas veces no comprendan del todo esto. Recuerdo esa segunda lectura del libro. Tomando sol, disfrutando de la arena y del río y riendo nuevamente con las aventuras de este caballero andante.

Hace unas semanas, leí la nota del lanzamiento de “Quijote Exprés”. ¿Qué es el Quijote Exprés? Es una novela, que debe tener unas cuatrocientas páginas y que es… Es difícil de explicar. Su “autor”, un tal Mario Paoletti, explica que es “una versión del Quijote que se pueda leer en la playa”, tal como titulaba la nota de la Revista Ñ en la que me enteré de la existencia de este libro. Ahí nomás pensé: “¡Pero si yo leí el Quijote de Cervantes en la playa lo más bien!”

Sintetizando, la explicación de Paoletti es que el lector de hoy no está acostumbrado a leer del mismo modo que el del 1605 y 1615 que son los años de publicación de las dos partes del Quijote. Estos son los motivos que el autor dice acerca de por qué la novela, según él, es ilegible para el lector de hoy:

“El texto está sobrecargado, los tratamientos están en desuso, y además ha cambiado la forma de leer. El lector medio de hoy no tiene tiempo y lee en el subte, antes de dormir, en las vacaciones... Yo hice una versión del Quijote que se puede leer en la playa, como un best seller al uso, atractivo, pero conservando eso que tiene la gran literatura, no convirtiéndolo en entretenimiento.”

Y ahora, quiero gritar a los cuatro vientos que…

¡¡¡NO ESTOY DE ACUERDO!!!

Empezando por el primero, he leído el Quijote en la playa. Siguiendo porque creo que entre los “Best Sellers” y el Quijote hay una enorme distancia, marcada por la calidad literaria de la obra. Lo que tiene la obra de Cervantes que no tienen, por ejemplo, Crepúsculo, Los Juegos del Hambre, Harry Potter, o Cincuenta Sombras de Grey, es una calidad literaria increíble. Altísima, llena de imágenes, alegorías, metáforas, expresiones magníficas. Sí, los tratamientos están en desuso, pero –con cambios que corresponden a los cuatro siglos que nos separan de Cervantes- la lengua es la misma y sigue siendo entendible. De hecho considero que más que una desventaja, el uso de tratamientos antiguos es una ventaja, nos ayuda a ampliar el vocabulario y conocer nuevas expresiones. ¡Vamos, que la mayoría de los refranes que dice Sancho Panza aún se utilizan!

De todos modos, y pese a mi resistencia. Me obligué a leer el Quijote Exprés. No, no lo compré, decidí leerlo en una librería. Fui a un local del Ateneo, en donde uno puede sentarse a leer un libro sin necesidad de comprarlo, tomé un ejemplar de esa obra y me senté a leer.

“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...”

Comenzaba igual, y no cambiaba demasiado al de Cervantes hasta llegar al momento de la descripción del hidalgo. No lo describía más que con una oración rápida en donde aclaraba entre paréntesis que comía poco y barato. En dos páginas, completaba el primer capítulo. ¿Cómo lo lograba? Mutilando cruelmente y sin piedad las descripciones.

¿Y qué es el Quijote sin descripciones? No es más que la historia de un loco. No tiene la calidad, no tiene la magia que posee Cervantes. Y si bien amo a Don Quijote, luego de leer dos capítulos, el libro me pareció aburridísimo.

Viendo que no iba a terminar de leerlo, decidí hojearlo y buscar algunas aventuras particulares. La estructura se repetía en toda la obra: frases similares a las de Cervantes, con términos más actualizados en pocas ocasiones y resumiendo descripciones de media página en dos palabras.

¡Una masacre horrorosa!

Paoletti volvió a matar al Quijote, de un modo mucho más cruel que el que utilizó Cervantes. Lo acuchilló por la espalda sin darle posibilidad de defenderse. Un verdadero crimen. Le quitó toda su grandeza.

Y yo me pregunto, ¿por qué eso no es un plagio? El argumento es el mismo. Lo que Paoletti escribió puede, en el mejor de los casos, considerarse como un intermedio entre un resumen de Wikipedia o El Rincón del Vago y la obra en sí. ¿Por qué es legal que eso se publique y alguien gane plata a costa del trabajo de otro? Porque el verdadero trabajo del Quijote lo ha hecho Cervantes, y no ha recibido la retribución económica que tal vez obtenga Mario Paoletti.

Mi único consuelo es que dudo muchísimo que algún día ese plagiador (porque yo lo llamaré así aunque nadie más lo juzgue) sea considerado el padre de la literatura en ninguna lengua y estoy segura de que, dentro de cuatrocientos años, nadie sabrá quién fue.

Y si el lector de hoy no puede comprender algunas partes de la obra de Cervantes, lo que necesita es más educación en lo que a la literatura respecta. No un libro de menor calidad que la obra considerada la cumbre de la literatura en lengua española.

viernes, 14 de marzo de 2014

El marketing destruyó al Olimpo


Mi primer día de universidad, la primera materia que tuve aquel lunes fue Literatura clásica griega y latina. Jamás olvidaré el momento en el que el profesor subió a la tarima, saludó a los 230 que éramos en ese entonces y acto seguido pidió: “Levanten la mano todos los que vieron la película Troya”. Yo estaba entre los tres, sí, éramos tres, que nos quedamos con los brazos apoyados en el banco. Inmediatamente pensé “¡Qué desastre que soy! Esta tarde llego a casa, la alquilo y la veo esta noche”. Pero antes de que siguiera con mis planes, el profesor dijo “Ahora, a todos ustedes, les voy a pedir que olviden esa película para siempre. Destruye la Ilíada y la mitología griega”. Años más tarde, cuando terminé de leer Percy Jackson y el ladrón del rayo, imaginé que si aquel profesor no se hubiera jubilado, en unos años estaría diciendo que levanten la mano todos aquellos que hayan leído ese libro y que luego lo olviden para siempre.

Toda la opinión que voy a dar ahora, se basa únicamente en el primer libro de la saga. Porque no he leído los siguientes, ni sé si seré capaz de hacerlo. El argumento es interesante, y es evidente que Rick Riordan ha tenido una buena información sobre mitología griega. Tal vez esto último es lo que más me molesta, que sabiendo de algo, lo destruya de ese modo. La historia trata de Percy Jackson, un niño de once años que tiene una severa dislexia y después de encontrarse en las calles de Nueva York con algunos monstruos, mata al Minotauro y descubre que es un semidiós, hijo de Poseidón por lo que es enviado al Campamento Mestizo. Este último lugar es una especie de guardería, refugio o camping de verano para hijos de dioses y humanos.


El Campamento Mestizo está dirigido por el señor D, que viene a ser Dionisio… Por algún ridículo motivo nadie puede decir los nombres de los dioses, aunque la verdad es que Percy los dice todo el tiempo y no pasa más que un trueno en el cielo y ya está. Pero retomando a Dionisio, se presenta como un viejo cascarrabias, que está enojado porque lo han castigado y enviado a dirigir el campamento y no puede tomar vino, sino solamente Coca-Cola Light. Y ahí llegó mi primer dolor de estómago, al ver al dios del vino y el inspirador de las famosas fiestas dionisíacas convertido en una especie de director de escuela frustrado y malhumorado por tener que soportar a los adolescentes. ¡Por favor! Si Zeus o el resto de los dioses quieren de verdad castigar a alguien, pueden hacer cosas mejores… No sé, pregúntenle a Atlas, a Prometeo o a Tándalo cómo les ha ido ofendiendo a los dioses. Si hay algo que caracteriza a estas deidades es el ser crueles, despiadados y vengativos. Estar a cargo de un puñado de adolescentes superdotados durante cien años no es un castigo digno de los dioses, ni se le acerca. Y lo de la coca light, parece esos trucos publicitarios de cuando una marca no vende demasiado de un producto y los incluyen como consumo de un personaje famoso para que los chicos quieran de eso mismo. Vamos, como que una superproducción de espinaca en Estados Unidos provocó que Popeye el marino empezara a comerla para adquirir fuerza.

Tampoco es que los dioses se caractericen por ser obedientes, así que sus castigos suelen ser cosas que no pueden evitar o de los que no pueden escapar, como ser convertidos en animales tal como les pasó a Aracné o Calisto (aunque ellas no eran diosas, pero me sirven para dar ejemplos del tipo de castigos) o estar encadenados a una roca mientras un águila se come tu hígado cada mañana y este se regenera por sí solo… O tal vez sostener el mundo en tus hombros. De ninguno de estos castigos se puede escapar. Pero, realmente, ¿qué impediría a Dionisio mandar al diablo a esos chiquillos y dejar el Campamento Mestizo? Nada.

Escribir una novela requiere investigar mucho sobre cada detalle de lo que plantearás. Por lo tanto, si tu personaje es un niño disléxico no expliques que todos los semidioses son disléxicos porque su cerebro está preparado para aprender el griego antiguo y no el inglés, porque realmente para cualquiera que tenga una mínima e insignificante idea sobre adquisición del lenguaje le sonará absurdo e inverosímil. Además de que Percy parece aprender griego por sí solo, sin la más mínima instrucción:

“—Erre es korakas! —replicó Annabeth, y de algún modo entendí que en griego significaba «¡Anda a dar de comer a los cuervos!», aunque me dio la impresión de que era una maldición peor de lo que parecía.”

El monte Olimpo… Y aquí me dan ganas de gritar: ¡¿Rick Riordan qué demonios has hecho?!  Quirón le explica a Percy cómo es que el Olimpo se encuentra en Estados Unidos, más exactamente en el Empire State Building:

“—El monte Olimpo —dije—. ¿Me está diciendo que realmente hay un palacio allí arriba?
—Veamos, está el monte Olimpo en Grecia. Y está el hogar de los dioses, el punto de convergencia de sus poderes, que de hecho antes estaba en el monte Olimpo. Se le sigue llamando monte Olimpo por respeto a las tradiciones, pero el palacio se mueve, Percy, como los dioses.
—¿Quiere decir que los dioses griegos están aquí? ¿En… Estados Unidos?
—Desde luego. Los dioses se mueven con el corazón de Occidente.”

Además de que leer que los dioses viven en Estados Unidos es descontextualizarlos y sacarlos completamente de su lugar. Ya ni son dioses griegos, sino unos dioses yankees que tienen hijos que nacen en Estados Unidos pero tienen la mente preparada para aprender griego antiguo y por eso son disléxicos. Aparte de lo inverosímil que me resulta esto, me crea un tremendo conflicto ideológico. ¿Estados Unidos es en donde está el corazón de Occidente? Supongo que para responder esto tendríamos que plantearnos qué es “el corazón” de la civilización occidental. Pero en mi opinión, Estados Unidos es uno de los países (o el país) que más domina a los demás tanto desde la fuerza como desde la inserción de ideología, con el marketing y la publicidad como herramientas de poder. Pero eso no lo convierte en el centro de la civilización y lo que pase en ella. Puede serlo desde un punto de vista comercial, pero culturalmente yo lo ubicaría en Europa. Y sí, eso también puede ser tan controvertido y abre tanto el tema al debate como centrarlo en EEUU. Lo más cultural de Estados Unidos me parece el cine, y algo de literatura… Y curiosamente en Hollywood es en donde se ubica en la saga el Tártaro.


Y como no quiero expandirme muchísimo, voy al conflicto central de la historia: a Zeus alguien le robó su rayo. Se sabe que no ha sido un dios porque ellos no pueden tocar las cosas de los otros dioses (esto es invención del autor, porque de hecho en uno de los mitos griegos los otros dioses atan a Zeus a la cama y le quitan el rayo en un momento que se enojan con él). El robo se produce en el solsticio de invierno y el rey de los dioses les da tiempo a todos los demás hasta el solsticio de verano para que su rayo aparezca. Bueno, aquí tengo que suponer que así como Dionisio toma Coca Cola, Zeus ha estado un buen tiempo bebiendo té de tilo o algo que relaje… Porque jamás la paciencia fue su mayor virtud. Así que dar seis meses de tiempo para que alguien le devuelva lo que le han robado es más propio de la Madre Teresa de Calcuta que de Zeus.

Percy, Annabeth (hija de Atenea) y Groover, son quienes atraviesan Estados Unidos para ir al Tártaro a recuperar el rayo, volver al Empire State y dárselo de nuevo a Zeus. Claro que en el medio ocurren varias aventuras, muchas de ellas más que previsibles desde que comienzan y en más de una ocasión uno se pregunta si el personaje además de dislexia tiene un retraso mental… Porque después de encontrarte con varios monstruos, aceptar entrar a la casa de una desconocida que les ofrece comida y encima no querer irse, es de idiotas.

La última incoherencia que voy a criticar, todas las parejas humanas de los dioses parecen saber que el otro era una divinidad y que sus hijos son semidioses. Sí, los dioses griegos tenían muchos hijos por allí, pero no todas, de hecho muy pocas de sus parejas sabían la verdadera naturaleza de ellos. En muchas ocasiones cambiaban su aspecto y conocían a los humanos como si ellos también lo fueran. Y si bien no es que en la saga sean padres ejemplares, crearles un campamento en el que los hijos de los dioses entrenen, me parece una dedicación excesiva para la poca atención que la mayoría de los dioses les prestaban a sus críos, especialmente si no habían realizado ninguna hazaña gloriosa.


Más allá de todas las incoherencias respecto de la mitología griega y algunas cosas bastante inverosímiles, especialmente cuando trata el tema de la ira y los enojos de los dioses, la historia es entretenida y si uno no es como yo una persona quisquillosa y detallista, puede hasta ser interesante. Lo importante, es no creerse que todo lo que aparece como mitos allí realmente sean aspectos de la mitología griega.

viernes, 21 de febrero de 2014

Y aquí estamos...

Yo no sé cuánto tiempo hace ya que digo "Quiero hacer un blog". Es más, hasta lo he hecho más de una vez... Y jamás publiqué una sola entrada. La verdad sea dicha, esta entrada tampoco viene a decir nada "wow", ni novedoso, ni siquiera interesante. Es meramente una primera entrada de este blog, que no tiene más fin que darlo oficialmente como inaugurado. Sí, imaginen a alguien importante cortando una cinta y un montón de espectadores aplaudiendo entusiasmados.

Ok, no, nada de eso. Hablando en serio... No, no esperen eso de mí porque muy rara vez hablo en serio. Este blog solo busca publicar lo primero que se me pase por la cabeza. Y esta entrada, pretende probar estilos de fuentes y esas cositas que uno revisa.

Solo eso, nada más.